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La sexualidad en el aula

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La sexualidad en el aula

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Un estudio revela cómo los estereotipos de género y las creencias previas sobre identidad sexual pueden influir en el aula. No se busca que los profesores cambien sus creencias, sino que sean conscientes de ellas y puedan regularlas.

 

Ver el artículo original en la web de NEXCIENCIA (con audios de la entrevista)

 

 

 

La enseñanza en el aula de contenidos relacionados con la sexualidad es obligatoria desde 2006, cuando se sancionó la Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral. Asimismo, están disponibles los materiales didácticos desarrollados por el Ministerio de Educación para todos los niveles, desde inicial hasta secundario, e incluso material de lectura para trabajar con la familia. Sin embargo, en la formación de profesores de nivel medio, no se han estipulado las herramientas necesarias para el trabajo con el alumnado.

Al respecto, “se estima que apenas el 4,5 por ciento de los docentes que hay actualmente en Argentina recibió capacitación al respecto en los últimos tres años”, afirma la bióloga María Victoria Plaza, en cuya tesis doctoral, defendida en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, analizó, en un grupo de docentes de enseñanza media, las creencias vinculadas a la sexualidad y género.

Cabe destacar que algunos investigadores han advertido que muchas de las dificultades en la implementación de la educación sexual integral en las escuelas provienen de la formación de los docentes, así como de sus mitos y creencias sobre el tema.

Con la mirada puesta en mejorar la capacitación de los profesores de enseñanza media, Plaza analizó sus prácticas en el aula. “Trabajé con docentes durante tres años, observando su discurso y acciones, y también discutiendo y reflexionando a través de talleres”, relata, y agrega: “A partir de lo que pasaba en el aula, e inferir posibles creencias, no conscientes, trabajamos con los docentes en talleres para hacer explícitas esas creencias y luego reflexionar sobre ellas para poder regularlas”.

Plaza aclara: “No era nuestra intención modificar esas creencias”, y subraya: “La idea es que vean cómo influyen en sus prácticas docentes y puedan regularlas”.

María Victoria Plaza y Elsa Meinardi. Foto: Diana Martinez Llaser. Exactas-comunicación

Los estereotipos de género

La mayoría de las creencias detectadas son, en general, estereotipos en cuestiones de género, por ejemplo, las diferencias de comportamiento de las niñas y los varones dentro del aula. Por ejemplo, se piensa “que los hombres son más inteligentes, y por eso tienen más la palabra en el aula. En general, los docentes interactúan más con ellos y las mujeres suelen ser menos visibles”, detalla Plaza.

“El eje de este trabajo es una frase de Graciela Morgade [actual decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA], que dice: ‘toda educación es sexual’. En ese sentido, los docentes todo el tiempo, en todas las materias, están haciendo educación sexual, sólo que muchas veces esa educación es implícita, ni ellos se dan cuenta de cómo están educando en cierta perspectiva de género”, afirma Elsa Meinardi, investigadora en el Centro de Formación e Investigación en Enseñanza de las Ciencias (CeFIEC) en Exactas UBA, y directora de tesis de Plaza.

Meinardi señala, además, que mucho de lo que se enseña en el aula se da a través de lo que se denomina “currículum oculto”, es decir, aquellos aprendizajes que son incorporados por los estudiantes aunque no figuren en el currículo oficial.

“Si, como docentes, tenemos una creencia determinada sobre cómo deben comportarse las chicas y los varones en el aula, esas concepciones, en el momento de dar clase, pueden estar implícitas en muchas de las actitudes”, reflexiona Meinardi.

Para las investigadoras, la perspectiva de género es la base desde donde se pueden plantear contenidos relacionados con la sexualidad.

“En los profesorados nacionales no existe una materia de educación sexual integral”, dice Meinardi, y prosigue: “Lo que se enseña son contenidos de la biología y la fisiología de la reproducción humana, y eso es todo”. Se trata de un modelo conservador de la enseñanza, que niega el placer y limita la sexualidad a los aspectos reproductivos. Asimismo, se valora la masculinidad y la feminidad según patrones hegemónicos, que implican la subordinación de las mujeres a la dominación masculina, y se establece la heterosexualidad como única alternativa.

Según las investigadoras, la educación sexual debería trabajar en dos líneas: por un lado, educar para prevenir cuestiones sexistas, de discriminación y de maltrato; y, por otro, enseñar adónde recurrir cuando esos hechos suceden. “Muchas veces, las personas no reclaman por sus derechos cuando los desconocen”, destaca Meinardi.

Por su parte, María Victoria Plaza señala: “Al centrar la educación sexual en forma exclusiva en la biología se está dejando afuera la parte social y cultural”.

Currículum oculto

Plaza analizó el discurso y las actividades de los docentes y su interacción con el alumnado, y realizó una interpretación de lo observado, pero sin formular juicios de valor. Esas interpretaciones fueron luego discutidas en talleres.

Por ejemplo, en una clase, Plaza observó que un docente no hizo ninguna reflexión frente a la exigencia de un alumno a otro para que hablara “con voz de hombre”. “Teniendo en cuenta la noción de currículo oculto, se podría pensar que el docente posee la creencia de que los varones deben cumplir el modelo de masculinidad predominante: fuerte, potente, viril y con voz grave”, deduce la investigadora.

Otro aspecto observado es cómo influye en las creencias la capacitación que hayan recibido los profesores. Mientras que muchos de los docentes tenían una mirada conservadora acerca de la educación sexual, una profesora de biología mostró una concepción integral, con enfoque de género, que consideraba los estereotipos relacionados con lo femenino y lo masculino, y que incluía, además, el placer como constitutivo de la sexualidad, entre otros aspectos.

“El enfoque de la docente puede deberse a que había realizado varios cursos de capacitación sobre la temática, lo cual señala la importancia de la formación continua”, estima Plaza.

En resumen, la investigadora logró identificar y caracterizar numerosas creencias de los docentes sobre sexualidad y género, y mostró que las estrategias de reflexión crítica sobre las propias prácticas permiten hacer explícitas dichas creencias, lo cual constituye un primer paso para poder revisarlas.

 

 

 

 

 

 

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